Yo he nutrido las filas de esos niños y niñas que “desaparecíamos", sumergidos en las imágenes, en cuanto un adulto nos ponía delante “una estampa”. Puedo revivir con nitidez como mi actividad externa se tornaba intensa actividad interior ante un volumen con reproducciones, la importancia que las “pinturas de ios libros” tenían para mí, la sensación de que eran un mundo real y propio, y el afán con el cual tocaba los colores. Fueron muchas las imágenes que me acompañaron en la infancia; maravillas que, poco a poco, dejaron de ser mías únicamente y fui sabiendo, encantada, que tenían autores, títulos, siglos, historias y países. Es indudable que aquella niña descubría el arte, la pintura entonces, al mismo tiempo que se descubría a sí misma.